La tasa de paro juvenil se sitúa en el 41%. La solución a este problema, según Andrés Pedreño, está en colocar en el centro de todas las atenciones a una educación que mire sobre todo a la capacidad de generar empleo. Esa idea fue el hilo argumental de la conferencia que ayer pronunció en UNIR el ex rector de la Universidad de Alicante, a la que tituló La sociedad digital y la empleabilidad. Dos temas cruciales para la reforma del modelo educativo.
En el marco de un seminario del Foro de Nueva Revista, el catedrático de Economía Aplicada y también fundador de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes habló de las convulsiones que se ciernen sobre el mercado de trabajo: en el transcurso de una década habrá desaparecido la mitad del empleo tal y como lo conocemos hoy; y el 90% se habrá transformado. Solo sobrevivirán los más competitivos y los que posean capacidad de anticipación, prospectiva.
Recordó seguidamente los sectores del futuro, según lo había expuesto ya en otras ocasiones: véase Las diez revoluciones que nos cambiarán.
Con este paronama, Pedreño sostuvo que o España despertaba aspirando a lo mejor, no solo a lo bueno, o quedaría marginada. Entre ese “lo mejor”, “lo más grande”, estaba la cultura de emprendimiento dentro de la Universidad. Se trataba de colocarse en la vanguardia, pero sabiendo asimilar. Por ejemplo, en realidad solo Amazon y unas pocas empresas más se estaban aprovechando del Big Data para su negocio. ¿Y quién sacará partido a la inteligencia artificial, como nos advierte el presidente Obama? Se refería Pedreño al informe Preparing for the Future of Artificial Intelligence, al que en los EE.UU. se está dando una enorme importancia. La Universidad (la Economía en general) tenía que “saber anticiparse”.
En el turno de debate destacó la intervención de Rafael Puyol, ex rector de la Universidad Complutense. Si en el transcurso de una década desaparecerán muchos empleos tal y como ahora los conocemos, ¿qué estudiar?, ¿qué sentido tiene hablar de profesiones de futuro?, preguntó. Pedreño defendió, para salvar este escollo, lo que él llamó “la hibridación de estudios”: pongamos por caso computación y filología. Lo que a su vez implica dar enorme libertad de actuación a las Universidades. Pedreño mencionó una empresa japonesa con la que él está en contacto. Los nipones le dicen que contratan a los mejores ingenieros del mundo, de las mejores universidades y con los mejores expedientes, pero que aun así “no están preparados”.
¿Por qué? ¿Por qué no están preparados si son tan buenos? Justo porque no conocen la cultura de la empresa, muchas facetas de las relaciones humanas, trabajar en equipo, la amistad, la simpatía y otros valores que se pueden asociar a la cultura humanista. Las humanidades no están muertas. Al contrario. Cuando los mejores técnicos adquieren ese otro saber y lo asimilan en forma de principios sólidos empresariales, una institución determinada se convierte en “top, revolucionaria”. Irá fantásticamente bien porque entre otros aspectos sabrá poner “el foco en las áreas adecuadas”, “será flexible”, “sabrá pivotar”. Pivotar es una palabra que le gusta mucho a Pedreño, casi talismán para él: salir por el lugar adecuado en el momento adecuado, como los buenos bases del baloncesto
Sobre recetas para mejorar las universidades y la educación, el catedrático alicantino aludió a las soluciones de muchos informes serios al respecto: los presentados al Ministerio de Educación por diversos especialistas en los últimos meses. No todo estaba mal en la Universidad española, pero justo la complacencia sería el error, decir que no todo está mal y no impulsar la mejora, esperando solo a que el Estado dé más dinero (que no lo da). De nuevo resaltó la importancia de aplicar la mentalidad empresarial que debía regir también en la universidad, y que se demostrara en el hecho de que sus alumnos encuentran trabajo de calidad. Esa sería la mejor carta de presentación de una determinada universidad. Para ello tenía que mirar más a la realidad. Aquí Pedreño se quejó de que un excelente trabajo de un alumno suyo sobre cómo Ryan Air cambiaba los precios, probablemente suspendería como tesis doctoral por no ser lo “suficientemente académica”, “no tener la suficiente cantidad de matemáticas inútiles”, cuando la investigación de su pupilo interesaría “hasta al mismo presidente de Ryan Air”, sostuvo.